Indignación, decepción y desconsuelo. Así podríamos identificar cómo se siente gran parte de la juventud actual.
Las estadísticas lo dejan claro: el 27% de los hombres y mujeres que tienen entre 20 y 29 años de edad se encuentran en paro y del 73% restante que está trabajando la mayoría tiene un salario precario, contratos temporales, a tiempo parcial y sus empleos poco o nada tienen que ver con aquello para lo que dedicaron años de estudio y preparación.
El resultado: jóvenes con un futuro desdibujado, ilusiones rotas, frustración, ansiedad, agobio, desánimo, amargura, indignación,...
Estas vidas recuerdan a juegos como La Oca. Avanzamos con ilusión a cada tirada del dado o a cada impulso de la Oca, sufrimos algún pequeño o mediano revés como cuando el Puente lleva en contra la corriente o la Posada obliga a detenerse pero lo mas difícil de soportar ocurre cuando parece que estamos alcanzando la meta y de repente hemos caído en la casilla de la "Muerte" que nos obliga a regresar al comienzo del juego. Sin esperarlo, en una carrera profesional que auguraba un buen trabajo, un contrato fijo, un sueldo interesante, una independencia de los padres, un futuro prometedor, la creación de la propia familia,... llegan sin embargo los trabajos malpagados, el Covid-19 con el confinamiento, la falta de actividad económica y laboral, los ERES, las empresas que se arruinan,... la precariedad, el paro.
Jóvenes que esperaban tener un empleo al hilo de sus esfuerzos, de sus estudios, de sus sacrificios, de los de sus padres, que deseaban alquilar una casa e independizarse comenzando a vivir su propia vida, con sus normas; aquellos otros que ya lo habían conseguido pero que de repente les vinieron las rebajas salariales, el paro o tener que buscar empleos de otras competencias para poder llegar a fin de mes o al final de la semana; jóvenes que se vieron forzados a regresar a casa de sus padres renunciando a todo cuanto habían conseguido hasta entonces con lo que ello representa... Todos ellos fueron cayendo en la "casilla de la Calavera" viéndose abocados irremediablemente a volver a la casilla de salida.
Este regreso dependiendo del carácter previo de la persona y de sus tendencias emocionales, puede derivar en una serie de síntomas que cuando los identifico me conducen a crear un nuevo síndrome: SÍNDROME VUELTA A LA CASILLA DE SALIDA.
Así se detectan varios de los siguientes síntomas: baja autoestima, desánimo, decepción, ansiedad, angustia, amargura, frustración, inseguridad, dependencias emocionales, regresiones, conflictos de pareja, rupturas, adicciones, desapego, distorsión de la realidad, bajo rendimiento en el aprendizaje, pérdidas de memoria, desubicación espacial, incapacidad de control del tiempo, somnolencia o insomnio, crisis nerviosas, estados de pánico, Síndrome de Corazón Roto, disociaciones, complejos de inferioridad, Síndrome de la Cabaña, dificultades de comunicación, alexitimias, indignación, agresividad, diversos tipos de violencia, problemas con la ingesta alimenticia y vigorexsia.
Aquellos de estos jóvenes que reciben nuestra ayuda, logran contar con una mente más fuerte, mejor equilibrada en cuanto al funcionamiento de sus inteligencias, con más recursos psicológicos y con mayor equilibrio emocional, logran ser capaces de buscar alternativas y soluciones, remontando y alcanzando así sus metas.
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